2025
Manuela Caicedo, Paulina Moncada, Pedro Montilla, Laura Noguera, David Rodríguez Yepes, Daniel Salamanca
Curaduría:
pablo guarín robledo
11 de septiembre
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“Así, el domingo”, la no pintura de Pedro Montilla, deja ver una encrucijada de líneas rojas y punteadas. El delgado hilo evita que el fique se desgaje por completo y actúa como recordatorio de que todo es susceptible de romperse la tarde de un domingo. Junto a ella, una sucesión de puntos aparece como una legión de agujeros negros diminutos. Una serie de perforaciones que marca un camino. Un camino hacia atrás. Un camino a tientas que se pierde buscando volver a un lugar que ya no existe. El fantasma de luz que se cuela por los agujeros proyecta una sombra, la sombra de un caminante solitario. Una solasombra larga e interrumpida, entrecortada, como el hilo rojo que ata el fique en su punto más frágil.
En la instalación de Daniel Salamanca, “Al final de cada verso, aparece un abismo”, ese verso proyectauna sombra sinuosa, que asciende y se curva y parece encontrar un remanso de estabilidad y orden. Un equilibrio pasajero. Un portal de luz color zapote se abre tras el umbral de una puerta entreabierta. Un velo somnoliento cuelga como una camisa exhausta y delata la arbitrariedad de cualquier puesta enescena. Al final, el verso se precipita nuevamente al vacío. Es la voz del abismo que nos tienta. Peroen lo más oscuro del pozo hay otras luces; y allí, al fondo del precipicio, resplandece un charco de luz tornasolada.
“El mar es un charco”, ese es el título de la pintura de Laura Noguera en la que un vaso derrama un mar de arreboles y destellos verdeazules. Muy cerca, la erupción de un volcán cabe en la palma de una mano. Dos manos se juntan y forman un volcán que implora por algún milagro. Como el pequeñísimo volcán que eructa magma sobre la palma de la mano en la que está escrito el futuro, como los charcos verdeazules arrebolados de proporciones oceánicas, los milagros desobedecen las leyes más básicas de las proporciones. No hay milagros grandes ni pequeños. Su sola existencia es tan rotunda como la erupción de los volcanes y como un vaso de agua derramado.
Las piezas de David Rodríguez Yepes componen un poema silente y narrativo. Una historia muda de ecos y vacilaciones. El milagro mínimo se anuncia a una madre en la reinterpretación de Fra Angelico. Lasaureolas riman con dos ramitas curvas puestas espalda con espalda como dos paréntesis invertidos. Paréntesis que no encierran, sino que abren. Paréntesis en los que sobra una aclaración, pero en los que, al final, podría caber el mundo. El planeta tierra se revela como un cuerpo nimio comparado con una pelota de golf y un grano de arena. Un eclipse naufraga en laambigüedad de la penumbra como si la sombra se aferrara a la luz y la luz se aferrara a la sombra. Una gruya camina cautelosa sobre la punta de los dedos.
Lo mínimo irónicamente nos hizo imaginar cuerpos titánicos. Los astros dibujan puntos distantes en la mitología y el azar del mapa celeste. “El fenómeno de los tres soles en China”, la pintura de Manuela Caicedo, se permite fantasear con las certezas aparentemente estables de la astronomía. Lo mínimotambién puede ser múltiple. La luz del sol se triplica en el parhelio y planta una duda. No hay nada nuevo bajo el sol, pero bajo tres soles nace un pegaso. Del otro lado se despliegan una serie de citas a proyectos pasados y futuros. Dos musas paradisiacas hacen de postigos del telón del “Teatro de la muerte”. Unas dragonas, autorretratos desfigurados y mutantes, pululan como salidas de la boca del infierno. La muerte, en últimas, no es más que la mínima expresión de la vida.
Paulina Moncada pinta un paisaje desolado que es también un teatro en miniatura. Una escenografía absurda y solitaria. Un espectáculo inhóspito sin más espectadores que ella misma. En la otra punta de lasala, un cuerpo fulgurante, color de los cámbulos que crecen a la ribera del río, flota ingrávido en un lago espeso. La existencia pierde gravedad en el agua. Nada pesa sobre ese cuerpo. Nada. El cuerpo que flota nos dice que al final, en la soledad del abismo, reducidos a una sola sombra, enfrentados al fracaso de los vasos derramados y de las alas rotas, siempre hay un fuego que se enciende, siempre hay alguna luz que sabe iluminarnos. La mínima expresión es una muestra sobre mínimos vitales.
pablo guarín robledo