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Modernismo  tropical aclimatado
2025


Henry Salazar



13 de noviembre  en curso 
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En esta exposición, Henry Salazar imagina una ciudad posible: una urbe al interior de la sala de proyectos de Policroma, donde las promesas del modernismo se mezclan con los ritmos, los colores y lasmaterias del Pacífico colombiano. Las esculturas se disponen como una maqueta recorrible; torres, esferas, óvalos y cilindros de madera torneada que remiten a los lenguajes de Brancusi o Henry Moore, pero filtrados por el clima, la humedad y la inventiva tropical. Lo que podría parecer una cita al canon escultórico occidental se transforma aquí en otra cosa: una relectura afectiva y situada, una modernidad hecha a mano.

Las piezas fueron elaboradas junto a torneros de Tumaco, un oficio artesanal que hoy renace gracias a las escuelas de oficios locales. La madera proviene de los residuos industriales de fábricas de triplex: rodillos de cedro y roble desechados, que el artista recupera y transforma. Ese gesto —convertir lo que iba a ser leña en escultura— no responde a una intención de corrección ambiental, sino a una ética delaprovechamiento y la permanencia. Salazar trabaja con lo que queda, con los materiales que aún guardan memoria de su origen y pueden ser nuevamente tocados, torneados, habitados.

En este proyecto, revisita la historia de la arquitectura moderna en Tumaco, una ciudad que, tras el incendio de 1947, fue replanteada bajo los ideales de Le Corbusier. Aquellas casas, diseñadas sobreplanos europeos, ignoraban las condiciones del trópico y los modos de habitar sobre el agua. Frente a esa imposición de modelos ajenos, las viviendas palafíticas —ligeras, ventiladas, suspendidas— revelaban una sabiduría vernácula que el progreso quiso suplantar.

Las esculturas de Salazar condensan ese desencuentro: torres de agua, antenas o estructuras de vivienda convertidas en volúmenes orgánicos y coloridos. La paleta — amarillos, azules y rojos intensos— retoma los tonos con los que los habitantes de Tumaco pintan sus palafitos, extendiendo al arte el pulso cromático del territorio. A su lado, los cianotipos evocan los blueprints con que los arquitectos reproducían sus planos, pero aquí registran las casas que sobrevivieron al abandono: apenas siete de las mil doscientas que alguna vez encarnaron el sueño de la modernización.

Modernismo tropical aclimatado propone mirar de nuevo esas tensiones entre lo importado y lo propio, entre la utopía y la adaptación. En manos de Salazar, la madera, el color y la escala se convierten en herramientas de reconciliación: no se trata de negar la modernidad, sino de traducirla al clima, al cuerpo y a la memoria. En esta maqueta de ciudad, cada forma es un testimonio de resistencia, una arquitectura sensible que, más que erigir monumentos, busca reinventar la idea de habitar.

Paula Builes